Norberto LLopis 29.07.2020

FULL FRONTAL

El invitado para el quinto y último capítulo de “Silencio” fue el artista valenciano Vicente Arlandis Recuerda. Aunque en un principio pretendíamos hacer un evento presencial, debido a la contingencia de la pandemia de la Covid-19 decidimos cambiar nuestro plan inicial. En lugar de cancelar nuestra performance para el día 26 de abril, decidimos poner en el punto de mira el silencio del confinamiento, el silencio de nuestros habitáculos, y quisimos hacerlo desde nuestra compulsiva insistencia por hablar, nuestra renuencia a dejar de hablar, al tiempo que hablamos sobre el silencio, sobre lo que no se dice.

Vicente y yo ya habíamos empezado a colaborar en una investigación (“En Helvética no”, liderada por Arlandis y en colaboración con Sandra Gómez, Paula Pachón y Adolfo García) en la que utilizamos la repetición y la écfrasis (la écfrasis viene a significar la interpretación o descripción con palabras de alguna cosa u obra) para construir espacios reales o ficticios a través del lenguaje. En realidad esos instrumentos se avenían muy bien con la idea del silencio y la escritura, puesto que la écfrasis en cierto modo no hace más que hablar de algo que de normal ya estaría real o físicamente ahí, en silencio, como una obra de arte muda, unos trazos que no dicen nada, una puerta, un muro, una habitación.

Pero la écfrasis, como lectura espacial, también puede apuntar a elementos que aunque no estén físicamente ahí, insisten, como un límite acordado o tácito, como la serie de distinciones y cortes que de manera regular aceptamos como las más obvias para funcionar en nuestras relaciones, pero que no dejan de ejercer un cierto poder sobre nuestros espacios, nuestra manera de movernos,

nuestra manera de hacer y de entrar en contacto. Márgenes, distancias interpuestas, relaciones encauzadas, y en la coyuntura actual de la pandemia, la latencia de un estado de urgencia, de un estado en cierto modo de “excepción”.

El estado de “excepción” (urgencia) en cierto modo no es nada excepcional, es decir, lo más seguro es que no marque un antes y un después, tal vez, como diría quizás Agamben, sea la condición más regular y común en nuestros tiempos. A nosotros, el silencio del estado de “excepción”, nos interesa porque visibiliza algunos aspectos del silencio de nuestro estado de normalidad. Uno de estos aspectos está directamente relacionado con la cuestión que se pretendía tratar en este comisariado, es decir, el silencio de la escritura, la estrategia silenciosa de la no presencia de lo escrito.

Durante la cuarentena se ha hecho especialmente patente la demanda de presencia, no es suficiente hacer arte, debemos hacerlo comparecer, y si el artista también está presente mejor que mejor. Esta lucha por la presencia o esta exigencia de comparecencia se ha hecho más patente durante el confinamiento por la espectacularización de la comparecencia del arte, el artista ya no ha hecho arte, ha comparecido haciendo arte. Más que a una celebración del arte, hemos asistido a una celebración de los modos recurrentes de hacer comparecer lo que ya hacíamos en esta nueva circunstancia.

En nuestra acción existe un juego alrededor de esta comparecencia/no comparecencia del arte y del artista. El título, “Full frontal” sugiere esa frontalidad de la comparecencia, ese plano frontal que promete mostrar la verdad desnuda, o incluso los genitales de los artistas. Sin embargo, la frontalidad de los dos personajes que vemos en la retransmisión de esta performance será en cierto modo vacía: los dos personajes que puedes ver en un primer plano frontal hablándote, en realidad no están, no están presentes, poco queda de sus personas en esta presentación. Estos dos personajes no hacen más que expeler palabras, propeler frases de manera insistente, están ahí únicamente para remitir a lo que ellos no son, para señalar reiteradamente los márgenes del espacio, de las relaciones, del evento al que todos asistimos, del medio en que nos movemos. Estos dos personajes bien podrían ser sustituidos por dos bafles parlantes y una serie de señalizaciones escritas.

Estos personajes, ademas, al señalar los márgenes de esos espacios, los ponen en entredicho, los hacen aparecer como irreales, inexistentes o imaginarios, nos llevan a múltiples confusiones, confusiones entre dentro-fuera, allí-aquí, distancia-contacto. Estos personajes ponen a prueba el silencio, ponen a prueba todos esos límites que nos configuran o que se nos figuran y que cuando aprietan demasiado nos hacen albergar en el advenimiento de una pandemia, una esperanza de excepción definitiva, de excepcionalidad, de salida. Ponen también a prueba el silencio de todos esos discursos de la actualidad que nos hacen sentir que vivimos una época sin presencia, en la que ya nada es, —Ya no hay política—,—ya no hay valores—, —ya no nos queda El Gran Arte—, — ya no hay grandes discursos—.

Todos estos discursos parecen tener que ver con una cierta presencia, el deseo de que una cierta presencia llegue a nosotros, —venga a mí la presencia—, —venga a mí el arte—, —venga a mí el cambio—, —venga a mí la nueva realidad—, —venga a mí el nuevo presente—. Sin embargo parece ser que esos límites, las condiciones que constituyen esa economía de la cual se pretende salir, se mueven precisamente en el elemento de esa demanda de presencia...